EL CONTAGIO DE LAS EMOCIONES
Según parece, las personas tenemos una tendencia innata a contagiarnos de las emociones de los demás, y esto se produce mediante un proceso innato y automático propiciado por las llamadas «neuronas espejo», de las que tanto se viene investigando en los últimos años.
Por ejemplo, si vamos por la calle y de repente vemos a mucha gente correr alarmadamente, sentimos el impulso de salir corriendo también aunque no tengamos un motivo o amenaza visible; si escuchamos a muchas personas reír, nos sale la sonrisa; si alguien o varias personas que están cerca bostezan, les seguimos; y no hablemos del primer día de los niños y las niñas en la escuela infantil, si uno llora… todos le acompañan a pleno pulmón.
Las neuronas espejo se activan ante las acciones y sentimientos de otras personas. De esta forma, se estimula la misma neurona cuando una persona se cae, que cuando ve caerse a otro. Según parece, somos espejos de los demás, lo que nos permite meternos en la historia de una película o un libro como si nos pasara a nosotr@s mism@s, o levantarnos del sillón cuando el futbolista va a marcar un penalti.
La importancia de las neuronas espejo es innegable, ya que nos facilitan la integración en la sociedad; son las responsables de que tengamos empatía, y de que podamos imitarnos unos a otros creando formas de vida, costumbres, modas y tendencias; pero no hay que olvidar que estos hallazgos también nos dan la posibilidad de influir en nuestra propia vida emocional en una dirección u otra, por tanto cabe preguntarnos ¿qué podemos hacer nosotros para contagiar emociones positivas?
Entre otras muchas, recomendamos algunas:
– Procura identificar las emociones que tú mism@ tienes y que contagias a los demás.
– Intenta no contaminar a los demás de aspectos, noticias o pensamientos negativos.
– Dedica el tiempo justo a lo que te desgasta, ponle freno a los pensamientos que «automachacan»
– Cèntrate en lo que haces bien, y dale valor a los pequeños logros diarios que consigues…